Los talibanes declaran Afganistán «Emirato Islámico»
Con la toma de la provincia de Panjshir, tras siete días de intensos combates, los talibanes han logrado completar su conquista militar de Afganistán. La reciente caída de este bastión montañoso elimina los últimos vestigios de resistencia organizada en sus nuevos dominios y brinda a los talibanes el control total del país.
En paralelo, los talibanes han dado a conocer el nuevo gobierno de Afganistán, compuesto exclusivamente por hombres, algunos vinculados a atentados cometidos contra las fuerzas estadounidenses. El gabinete provisional será presidido por el mulá Mohammad Hassan Akhund, quien también figura en una lista negra de la ONU. Otro fichaje que ha despertado preocupación ha sido el de Sirajuddin Haqqani, buscado por el FBI.
Los talibanes comenzaron su asalto a Panjshir el 30 de agosto, el mismo día en que las fuerzas estadounidense retiraban a sus últimos efectivos del aeropuerto internacional Hamid Karzai en Kabul. Los talibanes se hicieron con el control de la capital afgana y con 32 de las 34 provincias del país el 16 de agosto, tras una ofensiva de tres meses y medio que comenzó el 1 de mayo.
Tras la caída de Kabul, el Frente Nacional de Resistencia, liderado por el ex vicepresidente y jefe de la Dirección Nacional de Seguridad, Amrullah Saleh, y el señor de la guerra de Panjshiri, Ahmad Massoud, se organizó dentro de Panjshir y en varios distritos vecinos de la provincia de Parwan y Baghlan. Saleh y Massoud anunciaron que encabezarían la oposición frente a los talibanes. Saleh organizó a miles de miembros de las ya desaparecidas Fuerzas Nacionales de Defensa y Seguridad afganas, incluyendo fuerzas especiales y otras unidades, e intentó expandir el movimiento más allá del valle de Panjshir. Sin embargo, las incursiones de Saleh fuera podrían haber conseguido el efecto contrario, estirando al límite unas fuerzas de por sí reducidas que habrían sido mejor empleadas en la defensa de la provincia y la consolidación de una base segura en el territorio.
Los talibanes atacaron Panjshir, una fortaleza rocosa con pocas accesos y pasos estrechos, desde múltiples direcciones, y fueron inicialmente repelidos por las fuerzas de la resistencia. Sin embargo, el asalto sostenido acabó por perforar las defensas de la resistencia en el paso principal del sur, cerca de la ciudad de Gulbahar, y en el paso de Khawak, en el este. Avanzaron rápidamente y tomaron el control de Bazarak, la capital provincial, el 5 de septiembre. El portavoz talibán, Zabihullah Mujahid, anunció el 6 de septiembre que la provincia de Panjshir «había sido conquistada por completo».
Ahmad Massoud, cuyo padre dirigió la Alianza del Norte contra los talibanes en la década de 1990 y fue asesinado por Al Qaeda apenas dos días antes del 11 de septiembre, prometió continuar la lucha contra los talibanes y llamó a todos los afganos a continuar con su resistencia. Sin su base en Panjshir, la promesa de Massoud resistir contra los talibanes se complica por momentos. Probablemente las fuerzas de Massoud optarán por actuar desde las montañas en forma de guerrilla, pero su capacidad para desafiar el dominio talibán parece limitada.
Anteriormente los talibanes habían manifestado su intención de formar un gobierno inclusivo que finalmente parece haber quedado en nada. El miércoles, un grupo de mujeres se manifestó en Kabul sosteniendo la foto de una mujer policía que, según denunciaban, habría sido asesinada por los talibanes en la provincia de Ghor. Los talibanes han negado dichas acusaciones y ahora que han declarado Afganistán como un «Emirato Islámico» se enfrentan a duros retos en un país devastado por el conflicto, entre ellos estabilizar la economía y conseguir el reconocimiento internacional.
En un comunicado, el Departamento de Estado de EE.UU ha anunciado que «la lista de nombres que ha trascendido consiste exclusivamente en individuos que son miembros de los talibanes o sus asociados cercanos y ninguna mujer […] También nos preocupan las afiliaciones y los antecedentes de algunos de los individuos. […] Juzgaremos a los talibanes por sus acciones, no por sus palabras».
El Departamento de Estado ha asegurado que Washington «continuará exigiendo a los talibanes el cumplimiento de sus compromisos» con el fin de permitir el paso seguro de ciudadanos extranjeros y afganos con documentos de viaje, «incluyendo la autorización de los vuelos que actualmente están listos para salir de Afganistán». «También reiteramos nuestra clara expectativa de que los talibanes se aseguren de que el suelo afgano no sea utilizado para amenazar a ningún otro país».
El martes en una declaración atribuida a Mawlawi Hibatullah Akhundzada, el líder talibán instó al gobierno a defender la sharia. Los talibanes «queremos mantener unas relaciones fuertes y sanas con nuestros vecinos y todos los demás países, basadas en el respeto mutuo y la interacción», decía la declaración, publicada en inglés, con la advertencia de que respetarían las leyes y los tratados internacionales siempre y cuando «no entren en conflicto con la ley islámica y los valores nacionales del país».
Hasta ahora se sabe que Hassan Akhund, el nuevo primer ministro interino, fue viceministro de Asuntos Exteriores entre 1996 a 2001, cuando los talibanes estuvieron por última vez en el poder. Es un personaje con influencia dentro de la vertiente religiosa del movimiento, más que el apartado militar. De ahí que su nombramiento sea considerado un compromiso, especialmente tras las recientes informaciones acerca de luchas internas entre algunas figuras talibanes relativamente moderadas y sus colegas de la línea dura.
Sirajuddin Haqqani, ministro del Interior en funciones, ha estado detrás de algunos de los atentados más mortíferos de las dos décadas de guerra en la que se ha visto sumido el país, incluida la explosión de un camión bomba en Kabul en 2017 que mató a más de 150 personas. A diferencia de los talibanes, Haqqani y los suyos han sido designados como organización terrorista extranjera por EE.UU. También mantendrían estrechos vínculos con Al Qaeda.
Según su perfil del FBI, Haqqani estaría «en busca y captura para ser interrogado en relación con el atentado de enero de 2008 en un hotel de Kabul, en el que murieron seis personas, entre ellas un ciudadano estadounidense […] Se cree que ha coordinado y participado en ataques transfronterizos contra EE.UU y las fuerzas de la coalición en Afganistán».
En cuanto a las mujeres, nunca hubo muchas probabilidades de que se les diera representación en el gobierno, y el ministerio de asuntos de la mujer parece haber sido, al menos por el momento, abolido en su totalidad. Al ser preguntado sobre esta cuestión, un alto cargo talibán respondió que el gabinete «todavía no se ha finalizado». Al parecer muchas voces dentro del movimiento se opusieron a las peticiones de un gobierno «inclusivo», así como a la incorporación de antiguas figuras y funcionarios políticos. «¿Por qué debemos dejar que otros elijan nuestro gabinete cuando otros países eligen el suyo?», fue una de las réplicas en el foco de esta controversia.
Otros nombramientos del nuevo gobierno han sido: el mulá Yaqoob, como ministro de Defensa en funciones e hijo del fundador de los talibanes y difunto líder supremo, el mulá Omar; el cofundador de los talibanes, el mulá Abdul Ghani Baradar (encargado de supervisar la firma del acuerdo de retirada de EE.UU el año pasado), como uno de los principales adjuntos del primer ministro; Amir Khan Muttaqi, ministro interino de Asuntos Exteriores, quien también participó en las conversaciones de retirada.