Henry Kissinger, rostro de un orden internacional en decadencia

Henry Kissinger ha muerto hace escasos días a los 100 años. Un personaje idóneo para entender cómo funciona el mundo de ayer y de hoy. Deja una carrera notablemente fructífera como político, académico y estratega, en cuyas facetas se ganó múltiples detractores y seguidores. Se trata de una de las figuras más relevantes de política global de nuestra era.

Nacido en Alemania en una familia judía en 1923, emigró a Estados Unidos en 1938. No tardaría en volver a Europa, pero dentro de las fuerzas armadas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, integrado en el aparato de la contrainteligencia militar.

Tan controvertida como importante, su figura se hace notar en las relaciones internacionales de la segunda mitad del siglo XX. Un estadista cuya reputación y resonancia le precede por ser no sólo partícipe, sino ingeniero de la proyección estadounidense, principalmente como secretario de Estado de dos Administraciones – Richard Nixon y Gerald Ford –, en una época de tensión constante, en pleno mundo bipolar de la Guerra Fría: desde Asia Oriental a Sudamérica, pasando por la horquilla de conflictos de Oriente Medio.

La claridad para ver las dinámicas de la Historia, así como para señalar los patrones que determinan sus puntos de inflexión, definen su trabajo como académico, y que le resultaron extremadamente útiles en su faceta como diplomático y estratega. Así lo dejó constatado en su obra prima, Diplomacia (1994, Ediciones B). Conocedor de las vértebras del orden internacional forjado por Occidente, poseía una sobresaliente capacidad para describir la posición de cada actor en su momento y espacio, y encontrar el argumento que justificara sus acciones políticas de cara a la sociedad estadounidense y al mundo. A partir de ahí, desarrolló su papel como diplomático, del que alcanzó las más altas cotas y cuyas decisiones supusieron la controvertida reputación de su personaje.

El realismo perenne en su visión política fue motor y justificante de sus decisiones, bajo su entendimiento del poder como Estado y la fluctuación de un equilibrio de poder en beneficio de Estados Unidos, el cual siempre se esforzó por remarcar como eje fundamental de un orden mundial estable. Kissinger siempre fue consciente del momento que atravesaba el mundo y de la oportunidad que se le presentaba a Estados Unidos; el diplomático reiteró durante décadas la disyuntiva natural de Estados Unidos a la hora de gestionar la relación entre su poder y sus principios.

Golda Meir, Richard Nixon y Henry Kissinger (F: Wikimedia)

Su interpretación sobre los límites del poder en el tablero internacional es una constante en su afinado análisis de la Paz de Westfalia y el sistema pavimentado desde la Europa del siglo XVII, reconfigurado posteriormente por Estados Unidos desde su beneficiosa posición geográfica y su papel como paladín de la democracia y valores universales.

Como secretario de Estado, las decisiones de Kissinger abrieron oportunidades a la vía diplomática, pero también propiciaron cambios políticos radicales en diversidad de naciones, con la consecuente dosis de represión e involución política.

Una de sus maniobras diplomáticas más sonadas condujo a un cambio de las relaciones entre Washington y Pekín. Kissinger fue el artífice de la política de triangulación en plena Guerra Fría al propulsar el acercamiento estadounidense a China, con el propósito de aislar a la Unión Soviética y situar a EE.UU. como la fuerza motriz, capaz de bascular el equilibrio de fuerzas entre las dos potencias consolidadas y el gigante asiático. Ya en su momento, Kissinger vio en China una futura potencia a la que era mejor tener próxima, sin entrar en liza como sí sucedió con la Unión Soviética. La mentalidad del país asiático cautivó al por entonces secretario de Estado, quién propuso otro tipo de aproximación diplomática hacia Pekín.

También es sonado su papel en Oriente Medio. Aún hoy se recuerdan las consecuencias sobre la población kurda por sus decisiones en torno al futuro del Iraq de Sadam Hussein o sus múltiples reuniones con Anwar Sadat, líder egipcio, que perfilaron lo que posteriormente conduciría a la paz entre el país árabe e Israel. Su relación tanto con Sadat como con Golda Meir, que él mismo describe en su obra Liderazgos (Debate, 2022), es una muestra de la multiplicidad de los escenarios y personajes con los que trató a lo largo de su carrera, tanto política como académica, y cuyo desarrollo ha sido objeto de estudio desde hace décadas.

Desde sus años como consejero de Seguridad Nacional, y posteriormente como secretario de Estado, a Henry Kissinger le ha rodeado la polémica. A partir de la década de 1970 Kissinger comenzó a dar razones a sus críticos, especial eco tuvieron sus decisiones durante la guerra de Vietnam y su apoyo al auge de regímenes dictatoriales por América Latina. A Kissinger se le responsabiliza de haber alimentado los golpes de Estado militares en América Latina, especialmente la maniobra golpista de Augusto Pinochet en Chile de 1973. En el contexto de Guerra Fría, al secretario de Estado le preocupaban la expansión del comunismo, más aún en el continente americano, y no dudó en aplicar una realpolitik sin filtros acorde a los intereses de la potencia norteamericana. Otro de sus capítulos más polémicos tiene que ver con la guerra de Vietnam: el bombardeo de Camboya y sus consecuencias en este conflicto resultaron una mancha imborrable en el historial político de Kissinger.

Joe Biden saluda a Henry Kissinger (Fuente: Wikimedia)

Sus decisiones que le han perseguido durante décadas, con voces dentro y fuera de Estados Unidos que exigían la condena en firme del político.

Es innegable la controversia que rodea a su figura. Su cargo, el país que representó y la red de contactos de primera línea que forjó durante décadas por todo el planeta le otorgaron el perfil de una figura de mayúscula influencia, visiblemente presente en la constelación los escenarios de conflicto surgidos a partir de 1970.

Su posición y ambición le permitió conocer todo tipo de liderazgos en diferentes épocas y contextos, con los que trabajó e, incluso, entabló relaciones más allá de lo profesional. Su forma de entender las relaciones internacionales – una visión realista tan criticada como venerada – sentó cátedra para muchos. Su reputación dentro de la élite política mundial fue tal que le proporcionó la posición de ser una voz a la que acudir en busca de su análisis. Que Kissinger acudiera el año pasado – ya cumplidos los 100 años – a Pekín para reunirse con el líder chino, XI Jinping, da muestras de la reputación de una de las figuras más influyentes de los últimos cincuenta años.

Henry Kissinger lidió en su carrera política líderes como Anwar Sadat, Margaret Thatcher, Golda Meir, Zhou Enlai,De, Konrad Adenauer y Charles de Gaulle o Lee Kwan Yew, entre otros muchos. Un político que entabló relaciones ­con figuras políticas de todas las latitudes del planeta, líderes de diferentes perfiles, merece ser escuchado y leído, independientemente de compartir su visión del mundo.

Henry Kissinger, Mao Zedong y Zhou Enlai (F: Wikimedia)

Por lo dicho en líneas anteriores, es menester diferenciar al académico del político para poder valorar al primero y juzgar al segundo. Si se mantiene a un lado, aunque sea por un momento, su controvertido papel político, Kissinger ha dejado constancia de ser una fuente de conocimiento sobre las dinámicas de la Historia y la naturaleza del poder, es por ello que sus líneas son casi una obligación para entender las forjas de nuestro orden internacional, las mismas que han llevado hasta la actual decadencia. Kissinger ha sido promotor, arquitecto y consejero de la dirección global durante las últimas siete décadas, a partir de ahí se debe juzgar al personaje en cada una de sus facetas.

Gracias a sus cargos, siempre prevaleció su posición de poder ante cualquier posibilidad de responder a sus decisiones políticas, cuyas consecuencias han sido a una escala ecuménica amén de su cargo y el país al que sirvió, en muchos casos catastróficas.

Sin embargo, no se debe rechazar su trabajo como analista y académico, desde sus obras a su implicación en diferentes think tanks, punta de lanza de su trabajo de divulgación. A ello hay que añadir su constante labor como asesor en cada una de las Administraciones estadounidenses de las últimas cinco décadas, otra demostración de su reputación como analista y figura influyente. En esta línea, también cabe señalar su desarrollo en el sector privado, obviamente ligado a su posición en la élite global. La creación de Kissinger Associates, es una prueba de la profundidad de influencia y visión multisectorial del poder que rodeó al personaje de Henry Kissinger.

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En una época en la que cuesta encontrar una mente estratégica dentro de la élite política, su figura debe ser estudiada, aunque haya que desligar su faceta política de su capacidad analítica como teórico, de tal forma que se pueda sacar rédito de sus ideas.

Kissinger se reúne con Augusto Pinochet en 1976 (F: Wikimedia)

En clave geopolítica, a ojos de las potencias sólo existe un tablero. El ideario realista de Kissinger es consciente de ello y  justifica sus acciones acorde a su interpretación del orden mundial y a la gestión del poder, el estadounidense. Conocedor de las vértebras y contrapesos del poder, también supo usar  la cosmovisión y psique estadounidenses para encontrar justificación entre poder y principios, un mantra que le condujo a ser tan admirado como vilipendiado. Es así que hay que aprender de la línea histórica de las relaciones internacionales que argumenta Kissinger sin perder de vista las consecuencias de varias de sus decisiones políticas. De ahí la utilidad de desligar al analista del decisor politico.

En definitiva, a Henry Kissinger hay juzgarlo tanto como leer su visión sobre el orden internacional; resulta tan justificada la crítica a su personaje político como perentorio el análisis de sus ideas. En última instancia hay que juzgar a Kissinger en una medida similar que el orden mundial vigente, el mismo que él explicó, alimentó y consolidó. Un sistema hoy en decadencia.