La disputa entre Turquía y Grecia eleva la tensión en el Mediterráneo
Las fricciones entre Grecia y Turquía son algo frecuente, pero en esta ocasión las disputas en torno a las reservas de gas y los derechos marítimos entre ambos países han despertado el temor internacional a que la creciente tensión pueda desembocar en un choque directo en pleno Mediterráneo.
La búsqueda de gas y las discrepancias en relación con sus respectivas Zonas Económicas Exclusivas han sido la combinación explosiva que ha desatado la tormenta en aguas mediterráneas. Atenas delimita su espacio marítimo a partir de sus islas, mientras que para Ankara solamente las costas pueden emplearse como punto de referencia. En este pulso marítimo, Turquía ha advertido que no cederá sus derechos marítimos, mientras que Grecia se ha visto respaldada por la Unión Europea e Israel.
La escalada de tensión se disparó a principios de agosto a partir de la firma de un acuerdo entre Grecia y Egipto en virtud del cual se delimitaban las ZEE de ambos países. Esta habría sido la respuesta griega al tratado suscrito por Turquía y Libia en el mes de noviembre (2019) con el mismo objeto, en el que no se habría tenido en cuenta la isla griega de Creta, situada entre ambos países.
Las ZEE son franjas marítimas que siguen al mar territorial y que según la CONVEMAR (Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar) tienen una extensión de 200 millas náuticas (370km) contadas desde la línea de base de la costa de un Estado. En dichas franjas los Estados tienen potestad para ejercer derechos de exploración y explotación económicas de todos los recursos naturales vivos (pesca) y no vivos (minería) que allí se encuentren. Sin embargo, esto no implica que se goce de soberanía absoluta. Los demás Estados en esas áreas tienen completa libertad de navegación, sobrevuelo, tendidos de cables submarinos, etc.
Teniendo en cuenta tanto las dimensiones como las características del Mediterráneo, ninguno de los dos actores implicados podría arrogarse tal derecho, por lo que no les quedaría más remedio que buscar algún tipo de acuerdo.
Con este panorama, no es de extrañar que la controversia fuera a más en el momento en que Turquía decidió subir la apuesta y el presidente Recep Tayyip Erdogan, tomara la decisión de enviar un barco para la prospección de los yacimientos de gas en el Mediterráneo oriental. Atenas por su parte, consideró dicho acto como una invasión de su espacio marítimo y prometió defender su soberanía.
Grecia exigió a Turquía la retirada inmediata del barco y alerto de la presencia de otros navíos pertenecientes a la Armada turca que estarían brindando protección al buque de prospección. Sin embargo, Turquía ha mantenido su decisión y desde el primer momento anunció que se reservaba el derecho a la autodefensa frente a cualquier agresión. Según un aviso emitido por la marina turca, el buque Oruc Reis encargado de las tareas de prospección, operaría en el área disputada ubicada a unos 150 kilómetros al sur de las costas turcas (entre Creta y Chipre) a lo largo de la próxima quincena.
En la actualidad ambos países tienen ambiciones contrapuestas sobre las reservas de gas y discrepan profundamente sobre quién ostenta los derechos sobre las áreas en disputa. Los espacios reclamados se solapan mientras unos y otros argumentan que pertenecen a sus respectivas Zonas Económicas Exclusivas.
Sin embargo, este no ha sido el primer roce relacionado con la explotación de los recursos naturales en la región. El pasado julio, Turquía anunció una alerta naval, conocida como Navtex, informando del envío de otro barco para realizar prospecciones en aguas cercanas a la isla griega de Kastellorizo. La intervención de Alemania y los compromisos de diálogo restablecieron la calma pero solo momentáneamente. Con la firma del acuerdo entre Grecia y Egipto, las conversaciones se cancelaron y el Oruc Reis abandonaba puerto el 10 de agosto.
La relación entre Grecia y Turquía se ha ido caldeando a lo largo de estos meses. El flujo migratorio con destino a Grecia o la decisión turca de volver a considerar mezquita a Santa Sofía no han contribuido precisamente a calmar los ánimos. Por si no fuera suficiente, la carrera por explotar los recursos energéticos en el Mediterráneo Oriental está llevando al extremo las de por sí delicadas relaciones entre ambos países.
En los últimos años, se han encontrado enormes reservas de gas en las aguas frente a Chipre. El gobierno chipriota en colaboración con Grecia, Israel y Egipto, han estado trabajando juntos para aprovechar dichos recursos. Como parte de ese acuerdo de colaboración en la explotación de los yacimientos, los suministros de energía llegarían a Europa a través de un gaseoducto de 2.000 km a través del Mediterráneo.
Por su parte, Turquía ha intensificado su actividad en el oeste de Chipre, dividido desde 1974 tras la invasión turca que expulso a 200.000 grecochipriotas de la región, quedando el norte bajo el control de Ankara. Turquía siempre ha sostenido que los recursos naturales de la isla deben ser compartidos, tal y como ha subrayado recientemente el vicepresidente turco, Fuat Oktay, al afirmar que “todo el mundo debería aceptar que Turquía y la República Turca del Norte de Chipre no pueden ser excluidas de la ecuación energética”.
Tal y como han informado distintos medios, en la actualidad ya se han otorgado varias licencias a Turkish Petroleum para perforar en el Mediterráneo oriental. No resulta tan extraño si tenemos en cuenta que muchas islas griegas en el Egeo y el Mediterráneo oriental son visibles desde el lado turco, por lo que las tentaciones y los problemas relacionados con las aguas territoriales son complejos.
Los aliados europeos de Grecia han respaldado en gran medida su posición, aunque la UE y Alemania continúan apostando por el diálogo. Emmanuel Macron, ha apoyado sin reservas la posición de Chipre y Grecia en esta disputa, condenando las «violaciones de su soberanía» por parte de Turquía. EE.UU ha solicitado a ambas partes que retomen el diálogo y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, espera que la situación se «resuelva con un espíritu de solidaridad aliada y de conformidad con el derecho internacional».