Corea del Norte dinamita el compromiso intercoreano
El pasado martes las relaciones entre las dos coreas sufrieron un nuevo revés con la destrucción, a manos de Corea del Norte, de la oficina de enlace intercoreana. El edificio, situado al norte de la frontera, sufrió las consecuencias de un nuevo berrinche norcoreano que ha aumentado drásticamente las tensiones en la Península Coreana. El incidente también ha incrementado la presión en las relaciones Washington-Seul en medio de un estancamiento de la diplomacia nuclear en la región.
La demolición del complejo es en gran medida un acto simbólico que pone en serios aprietos la hoja de ruta del presidente liberal surcoreano, Moon Jae-in, y sus esfuerzos por restablecer el compromiso entre el norte y el sur. Probablemente estemos ante la mayor provocación norcoreana desde en 2018 las tensiones con EE.UU despertaran los temores de un nuevo conflicto armado.
A pesar de que la Agencia Central de Noticias Coreana (KCNA) justificaba la destrucción del complejo como “represalia popular espontánea” por los reiterados envíos de propaganda contra el régimen de Pyongyang, que se cuelan a través de la frontera entre ambos países, lo más probable es que este nuevo viraje obedezca al descontento norcoreano en el marco de las conversaciones sobre la desnuclearización.
Según la KCNA la frustración en el norte, con independencia de las verdaderas motivaciones, habría llevado a que el “pueblo enfurecido” se levantará para “forzar a la escoria y a aquellos que la han protegido, a pagar un alto precio por sus crímenes”, refiriéndose a los desertores norcoreanos y a la supuesta inacción de la administración surcoreana a la hora de frenar las actividades que tratan de desacreditar al gobierno en el norte.
Los órdagos norteños son algo frecuente y no es la primera vez que se recurre a la provocación para ganar concesiones externas. Esta hipótesis cobraría especial sentido teniendo en cuenta el deterioro de la economía norcoreana con motivo de la pandemia y las sanciones internacionales.
El Norte ha cortado todos los canales de comunicación gubernamentales y militares con el Sur y ha amenazado con abandonar los acuerdos de paz bilaterales alcanzados durante las tres cumbres del líder norcoreano Kim Jong Un con el presidente Moon en 2018. Así mismo Pyongyang ha anunciado que volverá a enviar tropas a las zonas fronterizas de Kaesong y el Monte Kumgang , que habían sido desmilitarizadas en 2018 con motivo de los acuerdos alcanzados entre ambos países.
Corea del Norte ha retomado su retórica más belicosa declarando que el Sur es un » enemigo «, y ha mostrado su negativa a participar en futuras conversaciones intercoreanas, prometiendo además que continuarán con su programa de desarrollo de armamento nuclear. Con este panorama, para muchos, el espíritu de cooperación visto en las cumbres que tuvieron luegar en 2018 ha terminado.
Claves del modus operandi norcoreano
A aquellos acostumbrados a las frecuentes “rabietas” de Corea del Norte no se les escapa que estás últimas provocaciones tienen un objetivo perfectamente definido que pasa por la “fabricación” de una crisis artificial con la que presionar a sus vecinos sureños y a los EE.UU. Sin embargo, es importante conocer las características particulares que definen el modus operandi norcoreano para no caer en su peligroso juego.
En primer lugar, los órdagos norcoreanos suelen ir acompañados de una amenaza de alto riesgo, como por ejemplo los ensayos nucleares anunciados durante el periodo de distensión en 2019. En segundo lugar, estas amenazas se plantean a corto plazo, con una fecha límite y generalmente son reversibles, como la planteada para finales de año en plenas conversaciones de desnuclearización. Por último la materialización de la amenaza suele ser difusa y puede darse el caso de que finalmente se vean cumplidas o que se dejen pasar sin consecuencias, como en el caso del indeterminado “regalo de navidad” que Kim Jong Un prometió a EE.UU, y cuyo contenido vendría condicionado por la postura y las propuestas norteamericanas en el marco de las negociaciones entre ambos países.
Por lo tanto las amenazas norcoreanas deben ser tomadas en serio pero sin caer en la precipitación. Las insinuaciones sobre nuevos programas de armamento, el cese de las conversaciones intercoreanas, las amenazas de injerencia en las elecciones estadounidenses e incluso la reciente destrucción de la oficina de enlace son “reversibles” y cumplen con las características anteriormente descritas.
A la vista de los hechos y a falta de qué las autoridades norcoreanas comunicasen una nueva fecha límite, previsiblemente Corea del Norte repetirá en lo sucesivo su juego de amenazas tal y como lo hizo durante el ejercicio 2019-2020.