China y Rusia potencian la militarización espacial
La controvertida Fuerza Espacial de EE.UU impulsada por el presidente Trump continúa generando críticas por parte de sus adversarios, dentro del propio país y también a nivel internacional. Los principales argumentos en contra sostienen que esta «militarización espacial» chocaría frontalmente con las normas y tratados internacionales encargados de regular tan espinoso asunto. Tradicionalmente tanto Rusia como China se han opuesto enérgicamente a cualquiera de los programas de defensa impulsados por EE.UU y esta no podía ser una excepción.
Curiosamente no parecen ver ningún inconveniente en la idea de emplear satélites en el ámbito de las comunicaciones y el posicionamiento global a la hora de apoyar las operaciones militares en los diferentes dominios. Tampoco parecen reacios a lanzamiento de misiles balísticos con capacidad nuclear y al empleo de armamento hipersónico a través del espacio. Sin embargo, el uso de sistemas defensivos espaciales con capacidad para interceptar dichas armas nucleares al parecer vulneraría la legislación internacional.
El principal argumento en el que se escudarían para justificar solamente aquellos programas en los que ellos mismos trabajan sería la ruptura del equilibrio entre potencias al quebrar el principio de Destrucción Mutua Asegurada (MAD por sus siglas en inglés), lo que llevaría aparejada una nueva carrera armamentística por el control de la nueva frontera espacial.
Muchos esperaban, y todavía esperan que el proyecto de la Fuerza Espacial estadounidense significase la resurrección de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI por sus siglas en inglés) impulsada por el presidente Reagan, y popularmente conocida como «Guerra de las Galaxias». Este programa militar del Departamento de Defensa norteamericano tenía como objetivo la construcción de un sistema defensivo capaz de prevenir e interceptar ataques nucleares contra EE.UU.
En la década de los 80, Lowell Wood y Edward Teller del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, idearon un sistema de defensa antimisiles balísticos (BMD) conocido como “Brilliant Pebbles”. La idea era emplazar miles de misiles en órbita, con capacidad para detectar el calor procedente de los motores de cohetes enemigos, seguirlos y neutralizarlos.
Lo cierto es que a pesar de entrar dentro de las capacidades tecnológicas estadounidenses, no parece que en el corto plazo los «Brilliant Pebbles» vayan a proyectar su sombra sobre la superficie terrestre, y por el momento seguimos tratando con investigaciones enfocadas en el largo plazo y confiando en el MAD.
No obstante, algunas voces se muestran preocupadas y consideran que la “tranquilidad” que hasta ahora ofrecía la posibilidad de destruirse mutuamente en caso de ataque enemigo ya no es suficiente. Originariamente EE.UU contaba con la potencia suficiente para acabar con el 25% de la población de Rusia y con el 75% de su industria. Sin embargo, a raíz del nuevo START (Strategic Arms Reduction Treaty o Tratado de Reducción de Armas Estratégicas) el arsenal nuclear estratégico norteamericano se ha reducido a 1.500 ojivas. Este poder resultaría insuficiente para responder a un ataque previo por parte de Rusia y cumplir con el principio de equilibrio destructivo que define el MAD.
Rusia por su parte si se encontraría en posición de “sobrevivir” a ese primer ataque y articular una respuesta superando incluso las expectativas planteadas por el MAD. A pesar de que ambos países contarían con un arsenal nuclear de similares características, el daño potencial que Rusia podría infligir a EE. UU es mayor en la medida en que la población y la industria norteamericana se encuentra mucho más concentradas en focos urbano-industriales.
Otro de los principales defectos del MAD es que actualmente la estabilidad estratégica no depende solamente de dos potencias, como de hecho ocurría en tiempos de la Guerra Fría. En escena han entrado otros actores con un papel fundamental en la trama como puedan ser China, Irán o Corea del Norte. En esta línea, la existencia de programas de armamento más o menos “clandestinos” no constituye una novedad y resultaría temerario confiar en el MAD mientras China o Rusia militarizan el espacio con sistemas que podrían ser capaces de borrar el firmamento la red de satélites de la que tanto depende EE.UU.
Rusia y China representan amenazas graves e inmediatas para cualquier operación espacial desde el momento en que cuentan con sistemas anti-satelitales específicos y capacidad para generar un pulso electromagnético nuclear (EMP) que freiría indiscriminadamente cualquier dispositivo electrónico. El subsecretario adjunto de Defensa para la Política Espacial, Stephen Kitay, advirtió en mayo de 2020: “Uno de los mayores riesgos de una detonación nuclear es que genera un pulso y una señal electromagnética que podría eliminar satélites en el espacio. Esa es una amenaza para la que tenemos que estar potencialmente preparados: una detonación nuclear en el espacio».
Dicho esto se entiende la reticencia ruso-china en cuanto a permitir el despliegue de defensas orbitales que pudieran interceptar sus misiles durante las fases de impulso. Sin embargo, cabe señalar además que, solamente China cuenta con unos 300 satélites en funcionamiento y Rusia con aproximadamente 150 ¿es posible entonces asegurar a ciencia cierta que ninguno está dotado con armamento nuclear capaz de generar ese EMP e inutilizar la red de satélites estadounidenses?
Tal vez sea momento de desempolvar esos viejos programas que imaginaban un escudo antimisiles espacial, analizando su adecuación como sustitutos del obsoleto MAD. Después de todo podría tratarse de excelentes elementos disuasorios que romperían los esquemas de todo aquel que pudiera pensar en pulsar el botón nuclear en primer lugar.