Rusia gana la “guerra de la influencia” en África
En un momento en que la administración norteamericana sopesa la retirada de las tropas en territorio africano, la influencia rusa en el continente continúa creciendo de manera paulatina pero constante. Los acuerdos comerciales y en materia de seguridad o la proliferación de los programas de entrenamiento a cargo de efectivos rusos, en países inestables y al servicio autócratas, son solamente algunos ejemplos de cómo se han estrechado las relaciones entre ambos actores en los últimos tiempos.
En un primer momento, este “retorno ruso” al continente africano no fue tomado en serio por multitud de analistas. Al parecer el que Rusia careciese de los recursos necesarios para competir en la liga chino/estadounidense, bastó para que multitud de voces dieran por acabado el partido para el Kremlin. Sin embargo, muchos no tuvieron en cuenta que Rusia estaba preparada para practicar otro juego.
El pasado septiembre, Stephen Townsend, general al frente del AFRICOM (Mando África de Estados Unidos) aseguraba que tanto Rusia como China constituyen una amenaza cuyas actividades están contribuyendo a desestabilizar una zona de por sí voluble como es el Sahel. Al igual que sucede con el resto de actores no es de extrañar que Rusia esté tratando de expandir su influencia en territorio africano. Lo que preocupa a los expertos son los medios empleados para lograrlo, en lo que algunos describen como una estrategia “desproporcionada y corrupta” motivada principalmente por objetivos económicos que han hecho de la venta de armas, el despliegue de mercenarios y de una cohorte de asesores políticos en diferentes países, la seña de identidad rusa en el continente.
Combatientes rusos en Libia, mercenarios en República Centroafricana, los rumores de un contrato para instalar un oleoducto a las afueras de Kinsasa, las petroleras Rosneft y Lukoil asentándose en Egipto, Nigeria, Mozambique, República Democrática del Congo, Ghana y Camerún entre otros, o la venta de reactores nucleares constituyen solamente una fracción de los proyectos comerciales y militares que se están desarrollando.
Al parecer el afán ruso por expandir su influencia en suelo africano implica también ciertas actividades ilícitas. Esta sospecha no es descabellada teniendo en cuenta el largo historial de Rusia a la hora de ser vinculado con actores criminales (no estatales) que le ayudasen a alcanzar sus objetivos más allá de sus propias fronteras. Se cree que estos grupos podrían estar detrás de diferentes actos de piratería informática contra la banca subsahariana para emplearla en el lavado de dinero y alcanzar posiciones de poder e influencia en diferentes escenarios.
En el apartado militar, la venta de armamento en África supone una parte sustancial de los ingresos totales de las exportaciones rusas. Se conoce que Argelia, Egipto o Libia, han establecido acuerdos comerciales en este sector y Rusia continúa su expansión. En octubre del pasado año conocíamos la venta de una docena de helicópteros de combate a Nigeria, supuestamente para ayudar en la lucha contra el terrorismo de Boko Haram; la venta de armas a República Democrática del Congo y República Centroafricana, donde también se produjo el despliegue de fuerzas militares rusas tanto privadas como estatales. El asentamiento de bases militares constituye otro de los caprichos rusos en suelo africano, con los ojos puestos en: la cuenca mediterránea, Berbera, a lo largo del Golfo de Adén, en las proximidades de Eritrea o en República Centroafricana.
Si hablamos de África no podemos olvidarnos de China y de cómo en los últimos años ha incrementado enormemente sus inversiones comerciales en el continente, con la construcción de fábricas, líneas de ferrocarril, y operando desde el puerto de Yibuti.
Mientras EE.UU sigue sumido en un trance de indecisión respecto a África, China continúa afianzando su posición y Rusia presionando por ampliar su nicho en el continente. En este duelo de gigantes EE.UU juega en desventaja a pesar de su potencia militar y económica, lastrado por los tiempos de la burocracia occidental, mientras Rusia y China carecen de ataduras para desplazar tropas, materiales o fondos con rapidez y sin escrúpulos
A la vista de una estrategia rusa que no ha dudado en utilizar todos los instrumentos a su alcance, desde acuerdos comerciales, de seguridad, intercambios educativos con universidades africanas, hasta actividades ilícitas o al borde de la legalidad, la esperanza de que Rusia se olvide de África a corto y medio plazo no tiene mucho sentido en un momento en que claramente está remontando el partido.