El tsunami de la desinformación ruso/china anega occidente
Las campañas de desinformación perpetradas por Rusia y China en los diferentes medios de comunicación social se han demostrado diametralmente distintas a lo largo de estos últimos años. Mientras Rusia ha optado por campañas fundamentalmente “negativas”, basadas en la confrontación y dirigidas a desestabilizar y sembrar discordia entre sus adversarios, en una clara alineación con los objetivos estratégicos rusos. Por contra, China ha optado por un tono más positivo, tratando de mostrar las bondades que un país en auge puede deparar al conjunto de la comunidad internacional.
En razón de esa agresividad que caracteriza las campañas de desinformación rusas, su actividad en medios es más conocida y sus esfuerzos por socavar la credibilidad en los procesos democráticos, incrementar el apoyo a las políticas pro-rusas o sembrar la discordia dentro de las sociedades occidentales ha sido ampliamente documentada. La táctica empleada por Rusia se ha fundamentado en el empleo de una empresa “privada” (al menos en lo nominal) encargada de dirigir las actividades de influencia rusas en redes. Se trata de la Agencia de Investigación de Internet, financiada por el conocido como “chef de Putin”, Yevgeniy Prigozhin.
Según Vitaly Bespalov, antiguo empleado de dicha entidad, la empresa funciona de la siguiente manera: “los escritores en el primer piso, a menudo ex periodistas, redactan noticias referidas a publicaciones de blog escritas en el tercer piso. Los trabajadores en el tercer y cuarto piso publican comentarios sobre esas historias con identidades falsas. Mientras el equipo de marketing en el segundo piso se encarga de tejer toda esas fake news en las redes sociales”.
Investigaciones recientes advierten de algunos cambios en el modus operandi ruso, habiendo detectado una disminución de las cuentas dedicadas a diseminar noticias falsas, paralela al incremento de los denominados “trolls correctos”, que centran sus esfuerzos propagar y amplificar mensajes pro-rusos o poderosamente polarizados en el marco de noticias legitimas.
Sin embargo, los expertos apuntan que las campañas de influencia chinas en redes sociales constituyen un titán silencioso, siendo más grandes y efectivas de lo que muchos piensan. Pero no nos llevemos a engaño. A pesar del matiz positivo, tratamos con maniobras ofensivas que la inmensa mayoría de las redes sociales occidentales son incapaces de contrarrestar, a diferencia de lo que a priori ocurre con determinadas acciones rusas.
Para hacernos una idea aproximada de las dimensiones y el alcance de la “Influencia” china en este ámbito, hay que tener en cuenta que alrededor de un 18% de total de publicaciones en redes sociales en el país son propaganda gubernamental dirigida a sus propios ciudadanos. Dicho esto entendemos que se necesita un volumen de personal considerable enteramente dedicado a esta labor, entonces ¿De cuántas personas estamos hablando?
Tomando como referencia la ya mencionada Agencia de Investigación de Internet, entidad rusa cuya actividad se realiza en beneficio de los intereses políticos gubernamentales, responsable de la campaña de influencia que tuvo por objetivo a los votantes norteamericanos antes, durante y tras las elecciones de 2016, y en la que se calcula estuvieron implicadas más de seiscientas personas. Investigaciones recientes estiman que en el caso de China la cifra podría superar el medio millón.
Sin embargo, favorecer lo positivo y abogar por los propios intereses no parece algo ajeno a lo que intentan hacer el resto de países. Por lo tanto debemos buscar la nota definitoria en otra parte. La diferencia entre la influencia china y el mero marketing radica en que la primera se fundamenta en noticias en informaciones distorsionadas hasta el extremo, diseñadas estratégicamente para actuar sobre las percepciones occidentales en este caso.
No resulta sencillo detectar este tipo de actividades, en la medida en que su propósito principal es actuar sobre las opiniones o los comportamientos extranjeros hacia el propio país. Pero una vez más somos capaces de hacernos una idea de su repercusión si lo comparamos con los datos que conocemos de otras campañas de influencia, como en el caso de Rusia y la citada Agencia de Investigación de Internet. La comparativa muestra que solamente dos perfiles chinos en Instagram lograron un nivel de participación de la audiencia objetivo que supuso aproximadamente una sexta parte del obtenido por la Agencia de Investigación de Internet durante toda su campaña de influencia en las elecciones presidenciales de EE.UU.
Desde finales de los 90, China ha sido pionera en lo que se refiere a censura en internet y operaciones de influencia en redes sociales. Bajo el paraguas del denominado Proyecto Golden Shield se fomentó el control y la vigilancia en internet. En palabras de un funcionario anónimo del Partido Comunista chino, “el conocido como Gran Cortafuegos fue diseñado para mantener el ciberespacio chino libre de agentes o informaciones contaminantes de cualquier tipo, exigiendo a los proveedores de servicio bloquear el acceso a sitios web problemáticos en el extranjero”.
Desde entonces las técnicas chinas relacionadas con el control de la información han evolucionado notablemente: Bloqueo de tráfico a través de direcciones IP y de dominio; prohibiciones de aplicaciones móviles; filtrado y bloqueo de palabras clave en dominios (filtrado de URL); filtrado de paquetes; ataques de denegación de servicio (DdoS); Ataques de Man in the Middle (MiTM); filtrado de palabras clave en motores de búsqueda; bloqueo de cuentas de redes sociales, filtrado de temas y censura de contenidos; monopolio y censura de los medios de comunicación estatales; o registros obligatorios de cuentas con nombre real.
La combinación de estas herramientas con los actuales sistemas de vigilancia física masiva, sitúan a China a la vanguardia en materia de integración de tecnologías de la información, operaciones de influencia, vigilancia y censura.
En cuanto a las medidas activas de desinformación, a la manera de la Agencia de Investigación de Internet rusa, China cuenta con el denominado “50 Cent Party”, término con el que son conocidas las personas contratadas por el gobierno con objeto de publicar comentarios favorables “fabricados” como si de ciudadanos corrientes se tratase (astroturfing). La nomenclatura “50 Cent Party” no es oficial y proviene del rumor mayormente refutado, pero comúnmente extendido, de que cada uno de estos comentarios se pagaban a 50 céntimos.
La finalidad de estos “comentaristas” es la de neutralizar los argumentos contrarios y desviar la atención de la audiencia, mitigando el posible malestar general, etc. Para ello emplean fundamentalmente la distracción, sin involucrarse en polémicas, limitándose a favorecer la imagen del estado, la simbología o la historia nacional; una técnica que ha demostrado una mayor efectividad en comparación con la habitual contra-argumentación.
A la vista de los últimos estudios, la actividad de influencia del gigante asiático se encuentra en plena transformación, rebasando el tradicional enfoque centrado en su propia población, extensible a las comunidades de la diáspora china que se han establecido en otros países, para incluir entre sus objetivos a amplios sectores de la sociedad occidental, que abarcan: el ámbito académico; los medios de comunicación; e incluso las instituciones gubernamentales nacionales y locales.
En una clara alineación con sus prioridades y objetivos estratégicos no es de extrañar que China haya dirigido la mayor parte de sus esfuerzos de influencia hacia EE.UU como principal rival a batir. A estas alturas del juego geopolítico podemos observar como las acciones de la diplomacia pública, dirigidas a promover percepciones favorables hacia el gobierno, la política y la cultura china en su conjunto, se ven “apoyadas” por otra gama de actividades más opacas, que se han intensificado en los últimos tiempos y que despliegan sus efectos en pleno corazón de norteamérica.
Algo está ocurriendo. Y el ejemplo anterior podría suscitar las siguientes cuestiones, “si es posible hacerle eso a EE.UU, con todos sus medios, personal, etc., ¿Qué no podrían hacer con nosotros si se lo propusieran? ¿Están preparadas las redes sociales y las sociedades occidentales para hacer frente a dichas campañas? Según algunos expertos, entre ellos Priscilla Moriuchi, investigadora de Recorded Future, la respuesta no es alentadora y califican nuestras capacidades defensivas frente a la desinformación como deficientes.
Lo positivo. Los esfuerzos de terceros países (véase China o Rusia), a la hora de tratar de influir en otras sociedades no constituyen una novedad, de modo que podemos decir que estamos prevenidos. Sin embargo, existen cuatro factores fundamentales que hay que tener en cuenta y que diferencian las campañas de influencia actuales de las que hemos experimentado décadas atrás: ubicuidad e impacto de las redes sociales, así como la ampliación y el alcance de las intenciones.
A lo anterior debemos sumar la proliferación de nuevas plataformas de redes sociales, una gama de servicios cada vez más amplia, mayores capacidades a la hora de interactuar, etc. Todo lo cual se traduce en más tiempo y atención que el usuario invierte en el catálogo de aplicaciones.
Lo que queda claro es que, por el momento, habrá que lidiar con actores externos que buscarán la forma de explotar la “apertura” de nuestras sociedades y sus márgenes democráticos para desafiar, e incluso socavar nuestras leyes e incluso nuestras libertades.